Sunday, June 24

La Fuga

Y por fin estoy en el pequeño departamento, con mis maletas y mi aroma a nuevo, a extranjero. El viaje fue agotador, sobre todo porque creo que aún estoy dopado con los antidepresivos que tuve que tomarme antes de tomar el avión, porque no podía entrar, no podía irme consciente de allá, no podía dejar detrás todo lo que alguna vez hice y deshice para escapar, correr, huir. Necesitaba calmarme y lo logré, aún estoy así, en realidad, relajado a pesar del cambio de clima, acá es invierno y se siente algo más frio, se siente la distancia a pesar de que eso es lo que siempre me ha gustado; la distancia.

Decido descargar mis maletas, o parte de ellas, porque estoy a punto de dejarme abatir por el frio del cambio y de la partida. Caigo sobre las sábanas a mal poner y espero no despertar hasta que mis lagrimas se agoten de soñar como hubiera sido si no hubiese huido, si mis manos no te hubiesen abrazado para despedirme, ni para callarte los labios, ni para decirte adiós, me soñaba ensimismado sobre tu cuerpo, deseándonos como la primera vez, como hace tres años nos deseábamos, como niños sobre los juegos que no podíamos parar porque nos excitaba el deseo de querer más; me soñaba ya cansado sobre tu pecho, derramado sobre tu espalda, quieto sobre tus ojos y tu me sonreías y aún lo hacías cuando te despediste, me soñaba no huyendo ni corriendo, sino que quedándome con tu corazón para siempre, haciéndome daño, malgastándome y matándome lento, hasta que al final del sueño, apareciste con tus ganas de tomarme y yo ya cansado caigo al suelo deshecho y deshojado, sin ánimos de pertenecer al mundo, y me mato.

Despierto por un ruido en mi puerta, alguien la está golpeando, alguien desea verme, pero es casi imposible, a lo mejor me quieren informar de las reglas de los departamentos o quizás una pequeña bienvenida del conserje. Abro la puerta y me enredo en el traje azulino poco visible de su mirar, me pongo los lentes y ahora con más claridad, tomo la carta que trae en sus manos, diciéndome que ha llegado recién para mi. Cierro la puerta, me siento en la cama y la leo.


Me paro por un vaso de agua, tomo un cigarro y lo enciendo mientras saco un papelillo de mi bolsillo y el paquete con marihuana de mi billetera, me hago un caño y me lo fumo al mismo tiempo que el cigarro, me desarmo sobre una silla mirando sobre las luces de la ciudad por la ventana, con el frio en mi cuerpo y en mi cara busco un poco de tranquilidad en mis pensamientos; la carta fue clara, sé que me seguiste.

Ahora entiendo tus metáforas, tus grandes metáforas y alegorías sobre la vida, sobre nuestra vida, sobre tus ganas de llevarme a tu casa y estar conmigo todo el día, toda la noche, a cada segundo y a cada minuto e instante, yo no podía soportar aquel acoso y me margine sobre tu pecho, sintiéndome ahogado, aún así amado y eso me gustaba, sin embargo me abrumaba la mayor parte del tiempo, incluso cuando pensé en dejarme llevar. Acabo de fumar el cigarro y lo apago sobre el borde de la ventana con escarcha fría, blanca y sucia, y me termino de fumar el caño, lo poco que queda ya para ver las luces de un neón más amarillento y para caer en tu rostro, nuevamente.

Me paro y prendo la televisión, intento no volver a tu cuerpo, intento despejarme viendo las noticias, el informativo sobre el desempeño de las autoridades sobre el problema del calentamiento global, sobre su daño en el mundo y para el mundo, sobre las consecuencias, las causas, la gente, la familia, la armonía y el medio ambiente, y no me interesa nada de esto, nada de lo que veo me interesa más que re-leer la carta que me llegó de sorpresa y que hablaba de tu huída junto a mi, que estabas a mi lado a pesar de todo, que no podías volar sin mi, ni caminar sin mi ayuda, ni respirar por la falta de aire que la distancia producía. Lágrimas me salen y tomo un abrigo y salgo a conocer la ciudad, algo que deseo hacer a pesar de que sé que voy a hundirme en el invierno, como los copos de nieve se hunden sobre el pavimento y luego me derretiré con ellos, caminando.

Salgo del departamento y afuera es más frio, más tímido, más sombrío. Ya con mi cabeza libre de tu figura, puedo caminar recorriendo los lugares que por tantos años estudié, ese paisaje que veía sólo en fotos, en palabras, en oraciones, en ensayos, en textos y en historias, todo eso se volcó sobre mi cabeza. Recuerdo nombres y algunas fechas, pasajes de la historia y sus personajes sobre ella, que la construyeron, que la hicieron suya como parte de nuestra vida y de lo que existe ahora. Miro a mi alrededor toda la belleza que una ciudad puede tener alumbrada únicamente por su pasado, no como mi vida, que cada vez que se resguarda en el pasado se agota como mis pies sobre el asfalto, pero ya estoy libre, escapé de el agotamiento de mi pasado sobre mis ojos; ya estoy libre y nadie me puede detener de seguir corriendo para no volver atrás.

Me detengo en una tienda de chocolates, compro dos barras de blanco y dos barras de almendrado, y mientras estoy pagando escucho el ruido de los autos pasar, del viento soplar y de la nieve caer, más aún escucho el sonido de la puerta de la tienda, de su abrir, entrar y cerrar, y dentro de este mínimo trozo de silencio en el cual no pasan autos, ni sopla la brisa, ni caen los copos, escucho tu voz tal cual como la ultima vez que nos vimos y te oí a lo lejos decirme adiós; está algo más quebrada, más triste, desolada, confusa, amargada, muerta. Me detengo sobre mi billetera y un par de lágrimas caen sobre dos dólares.

No puedo detener el movimiento de mi cabeza, el giro a la verdad, a volver a ver tus negros cabellos sobre tus pardos ojos y tu sonrisa forzada, y tu cuerpo atado a tu movimiento de manos cuando hace frio; no puedo evitar el volcar la mirada y dirigirla a quién se escucha como si fueses tu. Y lo eres, estas aquí, tiritando, calmado, frio, violentado, y yo, con ganas de volver a abrazarte aún sabiendo que me harías daño, no lo hago, me vuelvo a pagar los chocolates e intentar salir rápido para no ser visto por tus ojos, sin embargo no hay mucho espacio y estoy obligado a pedirte permiso para poder salir de la tienda y reclamar victoria sobre la libertad ahora un tanto borrosa.

Me voy a ti, camino despacio, temblando de frio y ansias, de miedo y ganas de que no me veas, te pido permiso y tu me concedes el espacio necesario, sin notarme, sin calcar tus recuerdos con mi voz y mi deslizar, y yo feliz, sonriendo salgo de la tienda, y dejo de temblar por el miedo, no obstante eso es un segundo, ahora me pienso muerto sobre la nieve.

Me ahogo lentamente sobre las ganas de volver a ti, de sentirte nuevamente y descubro que la distancia no es lo que buscaba, sino que me siguieras. Necesitaba corroborar tu amar no como una rutina, no como un ahogar ni dar de más, necesitaba saber que me amas porque no hay excusa para amar, y lo comprobé al salir de la tienda. Ahora, aquí de pie sobre la nieve, viendo como los copos caen sobre mis manos con cuatro barras de chocolate que me hacen recordar sólo a ti y tu sonrisa retenida en tu corazón, me detengo a pensar el real propósito de mi fuga.

No es la realidad lo que busco, ni si quiera quiero ver la verdad, quiero estar inconsciente frente a tu mirada, aunque sea asfixiándome, aunque sea matándome, porque así debo vivir y así es como realmente quiero estar. Mi abandono fue únicamente para que me hicieras ver, y para hacerme comprender que necesito estar ahogado en tu vida para así yo existir, y ya no creo que sea malo hacerlo; el aire frio terminó por congelar ese miedo a perderme en ti y que alguna vez pudiese perderme tanto que no me podría ni reconocerme; el frio me calmo esos pensamientos abrumadores sobre la existencia perdida en un solo cuerpo.

Me doy vuelta y quedo sobre tu cara, tu mirada perpleja no deja palabras sobre nuestras bocas, y la mía se entre-abre para dejar salir un poco aire, un suspiro sofocado en las arterias que bombea el corazón, la tuya se abre para expresarme tu amor, tu rabia, tu tristeza. Y la mía se abre finalmente para abrazarte en el frio de mi departamento, viendo tu rostro sobre mi pecho, en mi cama, ensimismado sobre tu piel, tu aroma, tu cabello, tus ojos que no se ven, tu sonrisa que sueña que no podremos separarnos, y así es, no queda más que seguir en el sueño, ahora los dos ahogados, los dos extraviados, tan solos y tan juntos a la vez.




[Esto es un intento de desligarme un tanto de expresar siempre mis sentimientos y eventos que alguna vez me sucedieron. Me refiero a ésto como un intento porque es tan difícil, que siento que aún asi existen trozos de mi vida en esto]

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