Thursday, August 24

Pensar

Y nada es

como yo pensaba

que se pensaba.


Y ya dejo de pensar

porque me hace mal

me hace llorar


y me

hiere.




Pensar hace mal

y pensar en eso también

y dejarse pensar,

y ahogarse pensando

que él también piensa

que yo pienso

eso.






Y pienso

porque me hace sonreir

pensar en tu cara

mirandome,

sonriendome.



Y me gusta pensar

que tu piensas

lo que yo pienso

que pensamos.


No me gusta pensar

que estamos pensando

que no somos.

No me gusta pensar

que no somos.




Y me gusta pensar

que tu siempre vas a estar ahí

y asi pienso,

porque ahora pienso

que somos

y que estamos


aquí.


Sunday, August 20

Carta a mi corazón empapado de felicidad

Y no es casualidad que te encuentres ahogado en felicidad, ni tampoco es casualidad que sufras al pensar que todo se puede ir de un momento a otro. A veces es lindo sentir ese miedo para asegurar tus pensamientos celosos y para asegurarte a ti mismo, sin embargo no tienes que dejarte ir por aquellos oscuros días solitarios en los que navegas por tus fantasías que devastan la alegría, y que rompen el escenario ya plasmado. Debes vencer el incrustarte en tu almohada y hundirte en las imágenes que te llevan a crear paisajes irreales que, incluso tú, sabes que no van a ocurrir. Debes intentar limitar tu imaginación y dejar de llorarte vacío en tu cuerpo.

Y no es casualidad que al alejarte de él te escondas bajo tus lágrimas, aún sabiendo que volverá y te abrazara y te cogerá de sorpresa contándote historias que sólo él sabe contar; a su manera, esa que tu amas y deseas. Sabes que volverá y no sentirás ese hundir vago en tu espíritu, y no sentirás como te carcome la luz de la noche cuando toca tus huesos. Te sentirás vivo al saber que respira a tu lado.

Y no es casualidad que sientas deseos de verlo cuando sabes que esta sólo a unos pasos de ti, y aún así sollozas, aún así demuestras desprecio de celos-creados que pueden desaparecer sólo si tu lo deseas. Y no es casualidad que aún tiemblen tus manos y sientas nervios al verlo aparecer entre la multitud, y lo abrazas y sabes que es él, y su olor, su cuerpo, su pelo, su sonrisa, sus ojos, sus palabras, sus preguntas y, tu cara. Esa que te delata en frente de él, la que te desnuda entero mostrándote débil y sensible.


Y no es casualidad que las cosas vuelvan a la normalidad, y que él te hable y te haga entender cosas que ya deberías entender, pero necesitas escucharlo de él, una vez más, necesitas que acabe sus pensamientos en tus recuerdos y dibuje sus ojos en los tuyos.


Y no es casualidad que al final del día sonrías, porque así estas todos los días aunque no lo aparentes, sé que estás así.

Empapado de felicidad.

Wednesday, August 16

Destino: Felicidad (Parte II)

El corazón se lubrica con lágrimas de alegría.

Decidimos caminar a encontrarnos con la vida al final del sendero, de ese camino de pasto verde-amarillo que nos encierra la vista al cielo y nos hunde en su aroma primaveral, y nos esconde a veces de nuestros mismos pensamientos carnales para enterrarlos al centro de la tierra. Nos vimos trazando líneas en aquel jardín-popular que nos arropa con su mirada, y a medida que dibujamos nuestros pies en su alfombra, nos vamos dibujando los corazones con las palabras y la mirada, y nos besamos con esa sonrisa no planeada y nos gastamos con ese odio no deseado.

Nos encontramos ansiosos por descubrirnos y envolvernos el uno al otro, ansiosos por conocer cada detalle-error de cada uno. Yo, acariciando cada segundo junto a sus pensamientos, abrazando cada lógica que salía de su boca, cada sentir-emoción que proyecta con sus manos, y me enamoro de él. Y me dejo hundir en su pecho-púber apenas cubierto por la piel recién parida, en su corazoncito que aún me da miedo tocar a pesar del trazo ya marcado en él, a pesar de ya haber dibujado mis recuerdos en él. Me dejo morir por su labia de pequeño enceguecedor, y por su juego a distancia, y por sus errores; y yo, le cuento los míos, que no son pocos, y mis enfermedades y mis amores, y mis enfermedades y mis temores, y mis enfermedades y las que traigo encima como karma lascivo de mis pendejadas. Le cuento mi andar de puta putrefacta por la calle, por la noche-que-me-esconde, por la música-que-me-esconde, por los niños-que-me-esconden, y el, se asusta.

Se espanta al saber mi enfermedad, mi karma social que me encierra en mi cuerpo, encadenado al tratamiento-continuo, a la dependencia de pastillas, a las llagas marcadas en mi pecho ya recorrido por manos ajenas que nadie quiere volver a tocar; se aterra al pensar que mi corazón-contagiado esta a punto de tocar el suyo, y con sus manos me aleja, me desprecia sintiéndome agonizante en su oído, en su pensar y en su cuello. Tomando su mano no lo dejo ir, no lo dejo marcharse después de su maldito embrujo claustro-amor que me envolvió hace rato, no lo dejo ir sin antes probar su aroma de felicidad que estrujo al saborear sus labios, al probar cada centímetro de su amor-labial, del dulce roce que nos rodea la noche. Y sus manos tiemblan, y su cuerpo igual, y su mente no deja de pensar en las probabilidades de una posible doble vida junto a mi, de un posible enamoramiento que no deja aún entrar a su corazón porque no quiere desaprovechar el camino por una simple excitación de momento (y no quieres acabar ahí mismo sin mi, sino que junto a mi).



Lo dejo ir, ya sin más explicaciones, lo dejo partir para cubrir su gran desprecio (como el de los demás). Para alargar su vida y no acortársela conduciéndolo al centro de mi estómago como si fuera a servirmelo de plato principal; y me embriago con su mirada que aún no me deja. Intento hacerle ver lo que realmente quería hacer, cómo realmente es mi vida que no es vida, sino que es un juego de herirme, de enamorarme y de planearme siempre encontrar personas que deseen algo más que acostar su bulto en mi garganta, gente que desee un plato de conversación con una botella de emociones, y un hacer el amor con preguntas de la existencia. Le muestro mi anhelo de perpetuar en la memoria de la gente no como una maldita enfermedad que los deje fármaco-dependientes odiándome durante su lapso en cama, si no como aquel que supo llegar a sus corazones, incrustándome en sus emociones, llegando a tocar el éxtasis-hablado, sin tomar ninguna sola gota de su miedo, sin probar el frío del egoísmo, ni el amargo placer de su miembro levantado. Le muestro mi deseo de dejarlo ahí, púber-enamorado de mi ansiedad y de mis locuras; mi esperanza de que parta recordando mis palabras, mis tontas-estúpidas-incoherentes-soñadoras palabras, sin si quiera tenerle miedo a recordarlas.

El me sigues por detrás y yo lo abrazo en la oscuridad, y el insiste y yo igual. El gana.



Y me amas bajo las sábanas; ahí, amortajado por el fetichismo de tu lujuria juvenil; ahí, junto al blanco susurro en mi entrepierna, me gimes al oído:

- Tu enfermedad es mía también.

Monday, August 14

Destino: Felicidad (Parte I)

Ahora me arranco el corazón y lo estrujo un poquito.

Me siento un tanto desanimado; deseoso de juntar mis manos con las de alguien cercano a mi sucio cuerpo, ilusionado por encontrar alguien que limpie mi corazón y me llene de esperanzas, de miedos y de alegrías (que se van y vuelven). Me siento algo desesperado por encontrar nuevamente alguien que agarre mi cuerpo y se mezcle con él, esperando a que termine de usarlo para volver nuevamente a sentirme deseoso de lujuria-amor (que no se acaba con simples besos empapados de semen). Y me siento un poco esperanzado por encontrar al fin, despojándome de mis sentimientos que me ahogan en la tierra, alguien que me acoja en su piel no por un ratito, si no que por siempre; sintiendo cada momento como si no fuera a desfallecer al otro día.

Intento respirar algo de aire en un lugar distinto, en una atmósfera tranquilizadora, que me hace recordar mis momentos de cigarros y café en mi cama, escuchando Mojave 3 con sus melodías lentas y líricas acorde al sentir, acorde al pasar las imágenes en mi mente, pegadas a la ambición de mi sexo-corazón que no acaban de matarme, diciéndome que nos busque entre la niebla. Puedo respirar un nuevo aroma a vida, a anhelo por devastar el lugar buscando alguien que me tape el corazón a gritos susurrados en el oído, en mi cuello, en mi pecho y en mi obscenidad. Que me quite la ropa a mordiscos encontrando el lujurioso regalo debajo de mis costillas, resguardado por los huesos que no dejan pasar el momento ni el segundo, si no que se desgastan con el tiempo guardándose para el final, como un dulce caramelo con un relleno rojo, que saborea la felicidad.

Encuentro personajes escondidos en cuerpos, encuentro papeles falsos que algún día el tiempo destapará, y me alejo de ellos. Me encuentro con máscaras de varios colores, de varios estilos y de varias formas (las más raras son las más trágicas), que al final no me llenan ni sus palabras, ni sus gestos, ni sus invitaciones a disfrutar el paraíso del éxtasis, a consumir su pedazo-de-droga escondida tras ese bolsillo-cierre que se soba al hablarme de temas incoherentes, pensándome desnudo en su cama, imaginándome gastado y lechoso en sus sábanas, penetrándome sentimientos triviales que se esfuman cuando el sol sale por la mañana; ni si quiera el hecho de haberme excitado me provoca entregarle mi deseo de encuentro, mi diminuto-fuerte deseo de encontrarme con ese 'aquel'.

Me siento en una banca en aquel parque que me vio inhalar tantas veces su polvo mañanero después del baile extremo del rock pop que nos esconde en la noche. Me siento y comienzo a escuchar música mirando el extraño paisaje que se torna imágenes del recuerdo; se vuelve un día más en mi vida. De repente, aparece una persona a mi lado, mirando el mismo escenario de autos pasando rápidamente y de árboles que dejan caer sus hojas sobre nosotros; se posa sobre mis recuerdos y sobre mi banquita, y comienza a hablarme. Escucho a ese inesperado personaje que empieza a contarme sus aventuras de púber, sus esperanzas de adolescente y su coqueteo continuo pegado al entre líneas. Yo, le sigo el juego que me tiene babeando por sus labios y por su elocuencia, salivando por sus ojos y su mirada, y su rostro y su cuerpo, y alcanzo a ver su corazón en sus palabras, y caigo. Me encuentro desesperado por el momento, por ese agobiar de sensaciones trágicas, por ese inundar de pensamientos sórdidos, malévolos e hirientes, y no hacia él, si no que hacia mi. Intentando olvidarme por un segundo de aquellos miedos que envuelven mis manos, trato de mirarlo fijamente y de escuchar sus tiernas palabras, su coherencia y su flirteo escondido en su lengua, y sigo cayendo.

Decido tomar las cosas con calma, decido no apresurarme para no equivocarme como con los cientos de personajes que he sustentado antes, con las cientas de máscaras que he debido romper para experimentar el placer de sentir-me lleno. Ahora estoy haciendo lo correcto, y prefiero dejar ciertas cosas al tiempo, tomarle la mano al tiempo e ir junto a él en un viaje de conocer, de ver y de doler, mientras me entremezclo con su piel.

Sunday, August 13

Encender de dos corazones

Me encontraba bajo el viento invernal, cegado por tus ojos y por las luces de la noche; el cielo me reflejaba el tierno encender de las bombillas, y me gritaban, me escondían y me ayudaban a continuar mirando tus bellos ojos. Me encontraba en silencio bajo la atmósfera en la que me envolvías cuando de repente tus labios húmedos sucumbieron al cambio de palabras (de las buenas a las malas). En realidad, no sé cómo llegamos a esa conversación que teníamos escondida hace mucho tiempo en nosotros, y ahora, justamente, decide salir a ver las luces de la noche para inundar mis mejillas de lagrimas y mi cuerpo de un frío fatal. No me molestaba el hecho de que salieran a tomar aire, a respirar o a gritarnos en la cara que estábamos deseosos el uno del otro, sin embargo sabíamos que aún no era el momento para decirlas, sabías que podíamos perdernos y dejarnos de lado frente al oleaje promiscuo de 'el deseo' soltero.

Pasaron algunos segundos después de haberme dicho tales palabras. Yo tragándome tus labios de pendejo enceguecido por la pasión; yo encontrándome bajo la anestesia de poder alcanzar una vez más, y una vez más y por otra vez más, el maldito e incorrupto apetito ilegal. Yo, y las mil posibilidades ante mis ojos gastados de tanto mirar el escenario que me encerraba en tus brazos. Seguí pensando mientras tu me decías que no era necesario responder ahora, que a lo mejor habías apresurado las cosas, que quizás tu ambición-sexual (que yo ya conocía) se volvió en contra tuya, o que podría ser que... Cuando te cachetee con mis palabras, diciéndote que te callaras, que me dejaras involucrarme con mis pensamientos y con mi corazón, que para qué tanto mal gastar diciéndome que me deseas y que me quieres por un rato si después te vas a arrepentir.

Tus pequeños ojos azules se tornaron más claros, más agudos y más tristes. Tu boca dejo esa sonrisa esperanzadora para volverse un símbolo de ternura-entristecida. Y sentí como poco a poco te alejabas de mi, cómo poco a poco te apagabas dejándome ahí solo, bajo las luces que se apagaban para mi, que me dejaban de mirar con sus ilusiones que guardaban sobre ti. Te ibas y me dejabas ahí, con un vacío infernal, lleno de angustias y preguntas. Me corriste la cara y me dijiste que era mejor dejarlo de esa forma. Yo me percate de todos tus movimientos y cómo sentías al hacerlos; y el alejarse no era más que un juego para atraerme, para llevarme a tus brazos entumidos por el frío de la noche. Y yo, ingenuo, caí.

Me deje guiar por ese poder que no te deja detenerte, por mi corazón que, en ese momento, explotaba de amor, sin embargo no distinguía entre algo verdadero o irreal. Sólo necesitaba sentirlo en mis brazos y poder consolarlo para no verlo más ahogado en su propia realidad. Lo abracé y sentí cada pequeña e ínfima vibración en su cuerpo, pude verlo realmente a través de sus ojos cuando se dio vuelta y me miro directo al corazón, y yo lo mire al corazón también. Y los dos caímos en nuestra treta. Cómo si nos estuviéramos enamorando de a poco; cómo si nos estuviéramos conociendo para llegar a abrazarlo aún diez años después.

Wednesday, August 9

Ilusiones en la realidad

A veces pienso que me voy a volver loco, y quizás sea por el hecho de que pienso demasiado, y no en cosas con coherencia o sentido alguno, si no que son imágenes totalmente dispersas en un universo-mental en donde se juntan para crear una realidad incoherente, que es mi realidad. Y hoy creo que mi cabeza va a explotar de ideas, y quizás no sean ideas si no que sólo pensamientos o quizás imágenes, una tras otra, unos tras otros, que llegan y se van y ni siquiera alcanzo a verlos o a leerlos, es algo casi indescriptible porque me siento demasiado acelerado y los dedos se me enfrian y calientan a medida que tecleo, y el color de la pantalla me confunde con el color de la luz de mi pieza y el del teclado negro; el tintineo de la lucesita de la television y el sonido de la impresora, adjunto al sonido del tecleo y de la barra de espacio que es la que hace más ruido.

A veces pienso y creo y no a veces, si no que siempre y, afirmo; me estoy acelerando demasiado y creo que tendré que parar en algun momento. Este momento debe ser perfecto, ya es tarde y si no me acuesto ahora creo que mañana llegaré tarde al Instituto como me paso hoy dia que me desperte tarde porque me acoste tarde entonces, además de por la lluvia y el frio y el sueño, era el cansancio de estar tan poco tiempo en la cama y tanto tiempo en la realidad.

Mejor me voy a ese mundo de sueños donde no tengo que escribir cada palabra que se me venga a la cabeza y realizar imágenes junto a ellas, si no el mundo donde tengo que descansar mientras mis ideas pasan y pasan y corren y corren y juegan juntas unas con otras como amigas/enemigas que se aman/odian, que se tocan y no se tocan y se niegan a si mismas y se conocen y luego se hacen las tontas, y luego se transforman en cínicas y al final terminan matandose, para dar a luz a nuevas y más y más y más... hasta que despierto.

Y ahí. El mundo vuelve a empezar.

A veces pienso que me voy a volver loco, y que esta cama blanca junto a mi escritorio blanco, junto al doctor de bata blanca que sostiene una jeringa, no es más que una
ilusión.

 
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