Monday, August 14

Destino: Felicidad (Parte I)

Ahora me arranco el corazón y lo estrujo un poquito.

Me siento un tanto desanimado; deseoso de juntar mis manos con las de alguien cercano a mi sucio cuerpo, ilusionado por encontrar alguien que limpie mi corazón y me llene de esperanzas, de miedos y de alegrías (que se van y vuelven). Me siento algo desesperado por encontrar nuevamente alguien que agarre mi cuerpo y se mezcle con él, esperando a que termine de usarlo para volver nuevamente a sentirme deseoso de lujuria-amor (que no se acaba con simples besos empapados de semen). Y me siento un poco esperanzado por encontrar al fin, despojándome de mis sentimientos que me ahogan en la tierra, alguien que me acoja en su piel no por un ratito, si no que por siempre; sintiendo cada momento como si no fuera a desfallecer al otro día.

Intento respirar algo de aire en un lugar distinto, en una atmósfera tranquilizadora, que me hace recordar mis momentos de cigarros y café en mi cama, escuchando Mojave 3 con sus melodías lentas y líricas acorde al sentir, acorde al pasar las imágenes en mi mente, pegadas a la ambición de mi sexo-corazón que no acaban de matarme, diciéndome que nos busque entre la niebla. Puedo respirar un nuevo aroma a vida, a anhelo por devastar el lugar buscando alguien que me tape el corazón a gritos susurrados en el oído, en mi cuello, en mi pecho y en mi obscenidad. Que me quite la ropa a mordiscos encontrando el lujurioso regalo debajo de mis costillas, resguardado por los huesos que no dejan pasar el momento ni el segundo, si no que se desgastan con el tiempo guardándose para el final, como un dulce caramelo con un relleno rojo, que saborea la felicidad.

Encuentro personajes escondidos en cuerpos, encuentro papeles falsos que algún día el tiempo destapará, y me alejo de ellos. Me encuentro con máscaras de varios colores, de varios estilos y de varias formas (las más raras son las más trágicas), que al final no me llenan ni sus palabras, ni sus gestos, ni sus invitaciones a disfrutar el paraíso del éxtasis, a consumir su pedazo-de-droga escondida tras ese bolsillo-cierre que se soba al hablarme de temas incoherentes, pensándome desnudo en su cama, imaginándome gastado y lechoso en sus sábanas, penetrándome sentimientos triviales que se esfuman cuando el sol sale por la mañana; ni si quiera el hecho de haberme excitado me provoca entregarle mi deseo de encuentro, mi diminuto-fuerte deseo de encontrarme con ese 'aquel'.

Me siento en una banca en aquel parque que me vio inhalar tantas veces su polvo mañanero después del baile extremo del rock pop que nos esconde en la noche. Me siento y comienzo a escuchar música mirando el extraño paisaje que se torna imágenes del recuerdo; se vuelve un día más en mi vida. De repente, aparece una persona a mi lado, mirando el mismo escenario de autos pasando rápidamente y de árboles que dejan caer sus hojas sobre nosotros; se posa sobre mis recuerdos y sobre mi banquita, y comienza a hablarme. Escucho a ese inesperado personaje que empieza a contarme sus aventuras de púber, sus esperanzas de adolescente y su coqueteo continuo pegado al entre líneas. Yo, le sigo el juego que me tiene babeando por sus labios y por su elocuencia, salivando por sus ojos y su mirada, y su rostro y su cuerpo, y alcanzo a ver su corazón en sus palabras, y caigo. Me encuentro desesperado por el momento, por ese agobiar de sensaciones trágicas, por ese inundar de pensamientos sórdidos, malévolos e hirientes, y no hacia él, si no que hacia mi. Intentando olvidarme por un segundo de aquellos miedos que envuelven mis manos, trato de mirarlo fijamente y de escuchar sus tiernas palabras, su coherencia y su flirteo escondido en su lengua, y sigo cayendo.

Decido tomar las cosas con calma, decido no apresurarme para no equivocarme como con los cientos de personajes que he sustentado antes, con las cientas de máscaras que he debido romper para experimentar el placer de sentir-me lleno. Ahora estoy haciendo lo correcto, y prefiero dejar ciertas cosas al tiempo, tomarle la mano al tiempo e ir junto a él en un viaje de conocer, de ver y de doler, mientras me entremezclo con su piel.

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