Thursday, September 21

Ahogados/Amados

Y no se me ha olvidado sonreir.



Al despertarme me encontré ahogado/tapado hasta el cuello con las sábanas y, casi como volviendo al letargo, cierro mis ojos, comienzo a imaginarte/crearte desnudo, frágil/sensible/tierno, y despierto nuevamente, sin embargo esta vez ahogado/tapado completamente. Ya sin rastros de luz en mis ojos, caigo nuevamente en el deseado/excitado sueño contigo. Y vuelvo a crearte/imaginarte desnudo, tierno/sensible/frágil.

Y veo tus lágrimas caer, veo tu cuerpo abrazar el mio, siento tus manos y la cercanía de tus labios/labios. Siento como tus lengua/dedos comienzan a provocarme, y como tu dedos/lengua me insinúa tu deseo por tenerme dentro/encima/fuera tuyo; siento como tiemblas al respirar en mi oido y siento como tus lengua/dedos me insinúan tu deseo por tenerme fuera/debajo/dentro tuyo.

Y puedo recibir ese gesto tuyo que me invitas a complacer, esa felicidad/sonrisa que me provocas, y esa felicidad/sonrisa que te provoco, y nos complacemos, y nos hundimos bajo la sábanas/cama. Y nos amamos/ahogamos. Nos ahogamos/amamos.

Tuesday, September 19

Sobre-Mesa

Y son historias que nadie interpretó.

Y me senté en la mesa a disfrutar de mi comida, del tan preciado asado dieciochero al que todos llaman. Junto a la familia, a la aún-no-familia y a la música a tono, que acompañaba en la tan escena-familia-feliz-celebrando quizás qué cosa (y me intrigaba el saber si era la Independencia de Chile, la Primera Junta de Gobierno o el 'Cumpleaños' de Chile, pero ¿a quién le importa? Si la familia se reúne sólo para el calendario feriado; hay que disfrutar).

Y yo nunca me creí el cuento de familia feliz, y menos ahora que ya han pasado varios años mirando las mismas caras y reconociendo las expresiones, y las vivencias; empezando por mi madre, a la que tenia frente a mis ojos, al otro lado de la cabecera, disfrutando su pedazo de carne que comía entre mordidas de tristeza, extrañando aún a mi padre, extrañando su amor y quizás su rabia y sus defectos, y sus tantos defectos que yo sabia reconocer cuando chico, sin embargo hoy los desconozco y le veo más defectos a mi madre; y le veo tantos que me ahogo en mi padre dándole la razón y apoyándolo en su postura de alejarse de mi madre para siempre, porque yo también lo hubiera hecho y quiero hacerlo, y me duele querer hacerlo, pero también me duele que mi madre no se quiera y se deje de lado por culpa de mi padre, y se descuide en el amor; que haya encontrado a la primera persona que la escucha y la apoya, y que se seudo-enamore de él y lo haga su pareja, aún sintiendo el corazón podrido de amor; me duele mientras sigue masticando su pedazo de carne, y me hace una seña para que le vaya a ayudar en la cocina.

Vuelvo con los cafés, los tés y las tortas para hacer sobre mesa; el momento más esperado por mis oídos para escuchar una y otra vez las tristes historias que se presentan una y otra vez en el escenario vejete de la mesa familiar, de la mesa que se va quedando atrás porque ya muchos emigran y no se dejan llevar por la sangre, y corren y huyen de las historias dolorosas, amargas y penosas, y yo, me escondo en mis oídos. Y tampoco me tragaba el cuento de mis abuelas, el cuento de sus mascotas y sus tristezas por ellos, y sus lagrimas por ellos, escondidas en mis abuelos que ya no están, que se queman bajo el sol en sus tumbas mientras mis abuelas los reconocen como perros del recuerdo.

- Y mi perro duró como 20 años, y le vino cáncer y enfermedades a los huesos, a la pierna, a la mano, al cuello, al corazón, al estómago, al intestino, y a las mil partes que el cuerpo puede enfermarse. Y recuerdo cuando corría por aquí y por allá, o cuando caminaba y hacia esto y lo otro, y tal truco, y era tan lindo hasta que..., o era tan juguetón hasta que..., -

Y se inundan la boca de palabras lindas para sus perros, para los momentos y para el recuerdo, tanto así que mi mente comienza a hacerlo, comienza a recordar aquellos momentos en los que jugaba, en los que corría y en los que me caía, y en los que sonreía con mi perro, con sus perros, y como me adentraba más y más en las historias y me entristecía, y me daba pena y rabia; pena por sus perros que ya no corren, y rabia por su disfraz patético que aún no saben colocarse bien. Su disfraz triste de las escenas trágicas de su vida que aún no superan, y que esconden detrás de sus palabras, y yo lo descubro en mi lagrimeo mental, porque aprendí a interpretar y a encontrarle sentido al contar las historias, y al escucharlas también.

Y me fui a mi pieza a olvidarme de las historias, y a dejar de llorar, porque no quiero volverme a esa edad y pensar en mi futuro que ya llegará, porque cuando llegue, espero no contarle historias trágicas a mis sobrinos, espero no disfrazarme la tristeza, espero no llegar a hundirme en la sobre-mesa.

Monday, September 18

Amor Incondicional

‘What wasted unconditional love on somebody who doesn’t believe in the stuff.’
(Fiona Apple / Oh Well)

Y una vez más mi cabeza daba vueltas y vueltas alrededor de mi pieza, pensando en qué podría hacer esa tarde calurosa en dónde todos tenían algo que hacer, menos yo. Y me preguntaba cuándo podía llegar mi oportunidad de tener cosas para hacer y decirle a mis amigos no puedo, no quiero, o no deseo por el simple hecho de tener otras cosas que hacer, u otras cosas que deshacer. Y hoy, a pesar del calor que me abrumaba y que hacia que mi cabeza diera vueltas y vueltas, recibí una llamada tuya, quizás de auxilio pidiendo a gritos un beso de desesperación, o quizás algo de sexo para calmar tu calentura matutina, o quizás porque ya había pasado una semana de la última vez que nos vimos, que nos besamos y que nos acostamos juntos casi pegados y separados, y pegados y separados. Mi respuesta fue un simple ‘no’. No deseaba verte más, y nunca más después de lo que había pasado, y el simple hecho de que me llamaras pidiendo a gritos un hueco donde llenar tu satisfacción, me repugnaba, y me hacia vomitar los recuerdos que deseaba olvidar y tirar por la ventana, y dejar que se pudrieran en el suelo de hojas mojado por la lluvia.

Y esos recuerdos afloraron.

Estaba tan atrapado que nada me hacia ver lo que realmente ocurría, o lo que realmente pasaba, y en realidad nadie podía imaginárselo, ni siquiera sus amigas, ni siquiera sus más cercanas en las que él confiaba. Negado a la realidad se fue por el camino más fácil de buscar una solución a su pendeja calentura, y yo, aún cansado no podía responderle todo el tiempo, no podía seguirle el juego, ni siquiera respetarlo cuando me dejaba debajo de él para morderme la espalda hasta que sangrara. Y yo le decía que veía el paraíso y que lo hiciera de nuevo, y otra vez, y una vez más, y más para que se gastara todo, sin embargo él empezaba de nuevo y no me daba tiempo para respirar, ni siquiera para comer, ni para vomitar, se detenía por un vaso de agua y seguía comiéndome lentamente hasta que me decía: - Debes estar agotadísimo - y yo entero transpirado le respondía que parara, y le suplicaba que dejara de destrozarme el cuerpo con su pecho, y él, paraba; se compadecía por cinco segundos hasta que me vestía y ya quería sacarme de nuevo las ropas para continuar con el juego. Y yo lo detenía y me iba.

No siempre fue así, no siempre fue un juego de mordernos y rasgarnos, y penetrarnos hasta que el día dejara de brillar. Antes, hasta los árboles nos veían las sombras cuando caminábamos por fuera de su casa, y salíamos a pasear para conversar de nosotros, de nuestras esperanzas y de nuestro futuro juntos, y de nuestros planes, de los estudios y de tantas mil cosas fascinantes que aparecían en el camino dentro de nuestras mentes, y era una vez a la semana cuando nos escondíamos bajo las sábanas a amarnos en el calor de la represión, y a veces pasaban dos y a veces tres, y no nos importaba mientras estuviésemos juntos; mientras nos tengamos el uno al otro me decía él, mientras estés conmigo y me ames. Y así hacia yo, lo amaba y lo deseaba cada día de mi vida durante esos largos dos años, lo deseaba tan profundamente que a veces no lo dejaba respirar, y me daba cuenta, y lo dejaba salir a tomar aire, a jugar, a correr, y ahí, se me fue. Se escapo como si le hubiera dejado la puerta abierta, libre de seguir sus pasos, y ahí empezó a encontrar otras vidas, otras esperanzas y otros futuros, que no eran futuros, sino que eran presentes relativos que llegaban y se iban, y que no volvían, y yo allí, mirando como cada vez me pedía más y más, y cuando no le daba me tiraba como broma que se iba a buscar otra persona, y yo caía, me dejaba atrapar y ya casi sin ganas le sonreía entre el sudor de nuestras frentes, y lo besaba y lo acariciaba y gemía silenciosamente para que nadie nos escuchara, más aún mi corazón no gemía, estaba callado, quieto y casi roto.

Durante cinco meses se mantuvo de esa forma, hasta que comenzó a callarme y eran tres, cuatro y hasta cinco veces en un día, y yo decía basta que me duele, basta que no quiero, basta que ya no me puedo ni parar, basta que no quiero sangrar. El seguía y me decía que lo fuera a ver más seguido, y yo no podía. Siempre iba todos los fines de semana y esporádicamente un día de la semana, sin embargo después de tanto llorar iba sólo un día del fin de semana, y nunca en la semana, y seguía amándolo, y según él también, pero me amaría más si fuera más seguido, y yo me escondía y no quería, no lo llamaba y no le contestaba, y no le respondía sus mensajes de ahogo, hasta que un día dejo de hacerlo tan seguido, y cuando tuve la oportunidad de ir a su casa para verlo y hablar seriamente con él, pasó.

Siempre que iba a su casa tomaba caminos distintos o micros distintas; formas distintas de llegar a su casa, y esta vez no fue la excepción. Me fui en metro contando las estaciones que faltaban para llegar a su casa y me baje tres estaciones antes, camine una estación y luego tome una micro para las otras dos estaciones que me faltaban; cuando me baje de la micro el camino estaba como de costumbre, solo y húmedo por la bruma mañanera, lleno de tierra y uno que otro árbol. Tenía que caminar bastante y tenía dos opciones de camino; por un camino entro por el lado izquierdo del pasaje y por el otro camino entro por el lado derecho del pasaje. Tomé el del lado izquierdo, ya que la última vez había tomado el derecho. Caminaba lentamente contando los pasos, contando la gente que veía pasar y pensando en qué podía decirle, en cómo podía decirle lo mucho que lo amaba, pero que no podía estar más junto a él si seguía así, y pedirle que cambiara y que dejara de amarme de esa manera, que empezáramos de nuevo y que me respetara, ya que yo siempre lo respeté, que no me violara como si fuera un pequeño muñeco de porcelana, porque roto ya estaba. Pensaba en mil cosas aparte de los pasos, de la gente y de él, hasta que llegué a su casa, toqué el timbre y me hicieron pasar. Estaba su mamá y me dijo que recién había salido, y había dicho que había salido conmigo a dar una vuelta, y yo le dije que no lo había visto en el camino, así que iba a salir a buscarlo, ya que a lo mejor se fue por el lado derecho, y partí. Partí con los mismos pensamientos, incluso ahora pensando que sería mejor hablar esas cosas fuera de su casa, ya que podríamos gritarnos, y llorarnos, y escupirnos, y vomitarnos, y sangrarnos cuántas palabras quisiéramos. Y el otro lado estaba más solo que el izquierdo, y me dije a mi mismo que quizás estaba en la plaza esperándome sentado, esperando a que yo pasara caminando y él corriendo me detuviese.

Por un momento dudé todo aquello y recordé que no le había avisado que yo iba a ir, y me puse a buscarlo, a caminar más rápido, y a pensar en estupideces; era raro que pudiera haber ido a mi casa sin avisar, y era raro no encontrarlo en la suya, y era todo extremadamente raro hasta que lo vi en la plaza, ahí estaba él, recostado en el pasto y también vi a otra persona, estaban conversando, o besándose, o conversando, o riendo, en realidad no recuerdo porque me desmayé, me deje caer en el piso ya cansado de llorar.

Quizás me desmayé porque mi corazón termino de quebrarse, o quizás porque yo siempre supe que había alguien más amándolo, y ahí recién pude darme cuenta de que era verdad.

Y me llama de nuevo.

- ¿Alo? - contesté

- Tu sabes que te amo sólo a ti - me dice.

- Yo sólo sé que no crees en el amor, y no sé cómo pude creerte a ti. Que perdida de amor incondicional en alguien como tú, que no cree en el amor - Corto y me dejo caer en lágrimas sobre mi cama.

 
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