Tuesday, September 25

me duele tu rostro en el amanecer plastificado de dolor de muelas por jugar a enredar los dedos cuando la piel se nos estiraba y tu carne seca de madera se comía mi nombre por atragantarse en el no-hombre de la lengua en el paladar por un hombre que nada se movía en tus mordiscos por haber desintegrado nuestro oxígeno de pieles secas por el frio enfurecido de olas lagrimeras de corrientes perpetuas de matices serenos de olas pequeñas de corrientes maleza de matices pobreza de un nosotros que nuestros cuerpos esfumaban por tus ojos y se movían las paredes por sembrar los estupefacientes de tu estomago lleno de agujas malditas que te tajan el cielo y sus nubes sobre el perfume a miel que no te deja tocarte la oscuridad alejada de una noche quemada por la cinta sobre tu boca porque me duele tu aroma en el caminar por las calles de un día dormido por los parpados de sus luces incendiando la paz efímera de los rostros no-deseo-ver y las sillas sosteniendo las despedidas en un vaso que no se tomo a medio-llenar con alcohol desangrado por el desespero único de abrigar las voces de un silencio hilvanado en la juntura de nuestros labios de poder doler al ver tu lechado rostro carcomido por la edad de un ciego lampiño húmedo en tus piernas penetrado en tu saliva y sucio en tu rabia de abandono triste

Sunday, September 23

La Cicatriz Primera

Y usted que se viste de sonrisa
por la noche,
y usted que se abriga en mis ojos
por la noche.
Sí, a usted.
¿No le enseñaron a perderse
en brazos ajenos,
degustando el salivoso paladar
hambriento?

Sí, a usted le digo.
El que me mira con labios secos
ahogados de dolor,
deseosos de bailar la noche
envuelta en neones de estrellas,
de luces que nos dan vuelta;
nos atraviesan el cuerpo
y nos envidian los celos.

Y usted que me hace la coreografía;
me enseña los pasos del dolor,
del sentir que nunca le ha cruzado;
nunca le han llorado el corazón
y nunca le han sangrado la cicatriz.

Y usted que me hace los aplausos;
me toma de las manos
y me estremece los entrelazos
junto con palabras de un miedo a perder-se,
junto con miradas a punto de perder-se.

Sí, a usted le digo.
Que es imposible que nadie se haya
aún apoderado
de todo su amor,
de toda su preciada figura,
de su romance escondido,
de sus poemas no-escritos,
ni de su pelo recortado en el suelo.

Sí, a usted le digo.
Que yo quiero ser aquel,
el que le deje la cicatriz primera;
esa que no se borra,
esa que duele con los años,
esa que se marca en el brazo,
esa que se siente.

Y usted que se viste de frio,
con un tono a despedida
¿No cree que debería dejarme hacerlo?
Sí.
¿No cree que debería?

Tuesday, September 11

No-Olvido

Mi pasado en fotografías ya no está, se quebró sobre mis manos con la ida de los recuerdos que me hacen beber aún del salado plástico sobre mis labios, y ese desabrido aroma a tu piel que nunca se hizo tan fuerte, hasta que mis lágrimas golpearon las luces de los automóviles cada vez que me ibas a dejar a la realidad.

Se me fue ese pedazo de cielo al olvido, a esa cajita que guardo con insistencia sobre mi techo, y la dejo escondida para volver a ella cuando las canciones en mi mente se tornan incoloras; para llorarme sobre el suelo, mirando antiguos pasajes que se revuelven en mi estomago y en mi saliva; para acariciarme el pelo en la desolación de mi huída, de mi dejada, de nuestra detención.

Aún recuerdo aquellos días de recorrer las almohadas, las camas, las habitaciones, las comidas y los colores; todos esos rincones que hundíamos cada fin de semana sobre nuestros pechos y nuestros bordes corporales. Aún repaso aquel camino hacia el recuerdo de no-quiero-estar-lejos-de-ti, y sin embargo lo estamos.

Llegamos, caminamos, la noche no la recuerdo, como muchas, quizás prefiero no hacerlo. Los dos, allí, yo sin saber y tu nervioso, yo sin saber y tu sin saber; nos sentamos. Allí, reímos, nos abandonamos, y con el sonido del pasar de los autos miramos el cielo con estrellas, las que se apagaron como tus palabras sobre mi corazón, se nublaron mis ojos y los oídos escuchaban más a tu lengua que a la mía. Nunca insistí; me rendí.

La mañana, uno de esos tantos besos que llegaron, uno de los últimos para llevarme al abandono que ya estaba muerto, metido en mi brazo, sangrado y clavado en la quemadura púber de mi cicatriz, de la que me dejaste, y la que aún recuerdo con desgarro, con ansias de gritarte y no-olvidarte.

Y ahora recuerdo, todo, lo recuerdo y lo hago para decirte, para mirarte, para no-olvidarte y para masticarte; aquí estoy completo, vivo aún así como me encontraste; desgarro mis labios igual que antes, me miro igual que antes, me destapo igual que antes y duermo igual que antes, pero no masturbo mi cabeza con pensamientos como los de antes.

Y ahora recuerdo, que el no-olvido es inminente, no se rompe aún sin las fotografías del pasado, aún sin esas manos ni esos pasos que dejaste en mi piel. Esos, que se recuerdan cuando descubro que aún, escondido, mi corazón te llama.
-
-
-
-
Dedicado a Seba XD

Monday, September 10

El frio se nos atora en el cuerpo

Es inexplicable como el frio nos atora las lenguas dentro de la boca, y los besos se desabrigan bajo las sábanas; allí en el vacío, porque nuestros cuerpos aún no están tan cálidos para derretirnos las manos por entre las ropas y poder tocarnos, y limitar la noche a un par de a-brazos antes de investigar el neón ciego sobre tus ojos.

Me dices que deje de temblar, que no me mueva para que puedas respirar, para que te calmes. Respiras: una, dos, tres y más veces mirando directamente el deseo de hilar las ideas que soñarás; ese cuento de no-terminar que me escondes al amanecer, porque sé que te deseas nevado frente a la erección de otro, y me dices que no te hable para que te salives sobre el brazo y no sobre mi olor.

Yo te repito insistentemente que no es culpa de mis dedos, ni del fuego que contengo, ni de tus palabritas cursi sacadas de algún libro, sino del frio que se me mete en la boca y me deja estupefacto al levantar mis párpados por encontrarte ausente sobre el aire; es el frío el que me ahoga cuando te respiro humo ante la realidad única de mi amor marchito.

¡Corchetéate la boca! – me insistes con tu dolor a imaginar, a aparecer sobre mis labios nuevamente, y yo en desespero golpeo tu mejilla roja por el sudor. Se te ciega el frio en las manos, e intervienes con tus siniestras palabras. Te levantas, me destapas sobre la húmeda atmósfera; te despojas de mi aroma y me miras por última vez; me deseas y quieres volver a apretar mi pecho contra el tuyo y buscar nuevamente lo que nunca encontraste al dormir junto a mí; me deseas y quieres volver a morder mis palabras que no escucharás jamás, y me miras por última vez la carne sobre el pequeño espacio en la realidad.

¡Vete! – te repito mil veces, cansando mi lengua y deseando que te quedes. Te lo repito para que entiendas que no lo creo, que no te creo, que no tengo miedo a la huída, al desierto de mi alma sobre mis manos; para que te mantengas sobre tus pies, inmóvil en mi cuarto y en mi sequedad de la noche, sin embargo tu no deseas posar más para lucir tu belleza en mi fealdad. Me miras y me lloras.

Para cuando ya has dejado de mirarme, el crujido de la puerta deja de sonar sobre mis piernas y mis rodillas, y mis lágrimas se cruzan para verlas en soledad, apoyadas en las sábanas que alguna vez tocaron tu voz; las mismas que alguna vez nos abrazaron juntos, sudando de miedo por desfallecer el deseo, acabando-nos en el día, en la noche y en los cuerpos.

Sólo, allí sobre la invisibilidad absoluta, en la noche nevada, el frío es más frío sin tu sangre, ni tu mirada cruzando mi piel. Allí sobre la imaginación, mi cuerpo se quiebra al escuchar por última vez el latir de un corazón, que se nubla al caer rendido ante la pelea incesante por intentar encender un deseo; un amor.

Saturday, September 1

It's time to tell the truth...

 
Template by suckmylolly.com