Friday, August 24

Sin titulo


(A partir de "Nace una estrella" de Francisco Copello)
.
.
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Se desnuda la piel
sobre la cordillera,
manchada de maquillaje
sobre el largo paisaje
y el flameo del balanceo
en el grito plumífero
de la lengua sin-placer.
.
.
Toca la estrella
manchada de patria,
hundida en el pecho
que se arruga
al masticarla con los dedos.
.
.
Se esconde tras las pestañas
prestadas de revolución,
dolida de tocar,
de amar el corazón-democracia
y de sudar el filo de la desesperación.
.
.
Acaba su traje-bandera
con el sonido de su calva,
y se penetra
todo el cuerpo en el baile
de un llamado,
a de-generar,
a provocar.

Friday, August 17

Sentados

Me senté a su lado intentando no tocar su brazo. Me tapé ligeramente la mano con la manta que nos cubría el frío nocturno. Me reposé la mano sobre la pierna y no la moví, aún sabiendo que si lo hacía me encontraría contigo. No me moví. No te movías. Desesperado, comencé a buscar respuestas a preguntas que me hacían sudar los nervios. Apoyé mi cabeza sobre tu hombro. La dejé descansar escuchando tu miedo. Se escuchaba fuerte, latiendo, entre tus ropas. Y cuando volví a la postura inicial, tus ojos me pedían más. Inventé ciertas excusas. Sabía que ocurriría, sólo quise hacerlo más nuestro. Te miré, y lo hiciste también. Me dijiste algo que no recuerdo; me recordaste algo que no recuerdo. Te seguía mirando, luego los labios, luego los ojos. Alcé mi mano. Tomé tu rostro, temblando. Acerque tu lengua. Nos besamos. Y me senté a tu lado, intentando tocar tu mano.

Thursday, August 16

(frio) Feriado

Te busco pegando la mirada en el cielo, entre las nubes cargadas de lluvia y humedad desteñida sobre rostros ajenos al deseo; se desangran en el género obviando la cicatriz que marcan al pisar fuerte el camino, y cuando dejo de escribir sus tragedias en el cuerpo, encuentro tu frágil mirada sobre el marcado olvido del final de un túnel.

El encuentro de la pasión marca su momento cuando el golpe de carne es equilibrado y se des-hace en el labial sobre el rostro de la seriedad social. Nos encontramos como si nadie nos estuviese declarando sobre la piel, sin embargo sabemos que todos están como cómplices del marchito augurio de una libertad que no llegará fácil. El encuentro, aún así, no cruza la frialdad de antaño.

Masticamos, mientras se recorre la ciudad por el vidrio ojeroso, los recuerdos de la perturbada sangre que nos recorre el cuerpo, y cómo llega a erectarse sobre el paraíso, que la noche nos ofrece, cada vez más lujurioso en el calor corpóreo del dolor capitalino. Digerimos las ideas obvias de nuestro paladar, entre-labiando los martirios de la violada niñez, de un socavo argumento que se suda por sobre la piel. Tragamos, mientras se oscurece la realidad, la vida que nos acerca corporalmente los secos oídos por obtener más, y agujereamos el deseo de empapar los labios con nuestras lenguas.

Acabamos nuestros cuerpos sobre el aire lechoso por contorsionar los frágiles envases, y nos distinguimos entre la turba masiva de impúberes; nos enfilamos al destino presupuestado por el deseo de bailar sobre nuestras miradas, y el de mojarnos todo por la frustrada ambición de sabernos amarrados nuevamente. Terminamos expuestos a los múltiples personajes pintados sobre la tela del Santiago urbano que se creaba en el pequeño lugar fuera de la discoteque (la que para el momento, estaba atestada de transeúntes curiosos por penetrar los cuerpos jóvenes de sus aún-no-asistentes). Tan expuestos quedamos, que la incertidumbre del escenario fotografiado sobre las calles se nos empañaba a medida que el tiempo nos pisaba el pelo y lo cortaba para dejarnos solitarios en el frio-feriado y nos aprovechamos, un momento, del aislamiento social para juntar nuestras bocas y romper el aún apetito por obtener más de la agonía constante de la espera solitaria.

Nos finalizamos sobre la oscura realidad, nuevamente, con rumbo incierto que los pies delineaban creando nuevos afanes del relamido paisaje. Nos concluimos con risas y conversaciones del mundo agónico que nos tapa con las sábanas manchadas de represión y desazones, bebiendo el futuro como si con cada sorbo se fuese a acabar el oxigeno. Y nos sellamos bajo las luces que caían constantes sobre las pozas que nuestros pies formaban, cuando no quise atraparte congelado en la verdad, porque lo hiciste antes que mis manos deliberaran el veredicto de atrapar tu mejilla y acabar salivando tu corazón; porque me sorprendiste helando tus palmas sobre mis temerosos labios para marcar así el fin del día, que termina con tu cuerpo atravesando el ventanal goteado por el fulgor del cielo al sabernos juntos, una vez más.

Monday, August 13

What happens when you start hating your relatives?

Y que salgan a la calle,
a correr por la vida,
a bailar sin rumbo,
a caminar sin tener camino
que seguir.

Y que salgan a la calle,
que no regresen más,
porque nunca los veremos
y nunca lo hicimos;
porque nunca estuvimos
y nunca estaremos.


¡Y que se vallan!
Échenlos de mi vista,
que se escurran por el desierto,
que se laman los pelos
y se traguen su saliva,
su descaro,
y su maldito egoísmo,
su cinismo integrado,
su parla de acentos mediáticos
que no llegan a tocarnos.


¡QUE SE VALLAN!
Porque ya los odio,
a algunos,
y a otros simplemente
los comenzaré
a odiar,
a irrespetar y dejar
como ellos lo van a hacer con nosotros
al borde del abismo
donde caeremos,
donde caerán,
y donde nos verán volar
mientras flotan en el deseo
de ser felicidad
como nosotros estamos dichos
a ser.

Friday, August 10

(aún) ¡No puedo!

Hoy me desperté,
como de costumbre
por frío,
tiritando y llorando,
acabándome
en lágrimas
y gritando:
¡No puedo!

Abrí mis ojos,
los desee
sobre la realidad
y me vi,
llorando y tiritando;
gritando:
¡No puedo!

Y mientras toco
mis sentidos
con mis pedazos
de mano,
me recorro el recuerdo
del olor a cama
cuando se hundía
en tu pelo.

Y mientras
abro la ventana
permanece tu rostro
posado sobre
lo que queda de almohada,
de un sueño babeado
por no acabar,
por no llorar nunca más;
por gritar:
¡No puedo!
una vez más.

Y ya cada vez
que despierto,
y que te sueño,
y que es como mío
ese lagrimeo,
ese botar desierto,
ese palpitar incierto
por la pesadilla
constante,
gélida en mi pecho,
es como si mi cuerpo,
corto por el tiempo,
se colerizara,
se enredara
en el rostro ya
mojado,
húmedo de fantasías
y no me dejara
respirar.

Hoy me desperté
como nunca,
masticando la reminiscencia
de un maldito-sueño
que me dejó
pensando
que aún
¡No puedo!

Esta noche merece ser escrita

(con puños y letra)
.
.
Esta noche me corren las palabras por el cuaderno que se esconde sobre el mantel azul de la “Carnicería Punk” en donde nos desnudamos todos, y nos ventilamos los secretos de la complicidad de nuestros cuerpos, y las noches de locura sobre las calles de la gran ciudad plagada de espejos que nos hacen investigar el pudoroso aire que nos invade de frío.

Como de costumbre, el tiempo no nos molestaba y como ríos sin fin terminamos acostándonos sobre las calles húmedas y sin vagones que nos cobijaran, porque era tarde y nadie nos quería en nuestras casas. Como culpables nos movimos para alcanzar el transporte que nos llevaría al deseado y acogedor lugar para mantener las manos calientitas sobre la estufa encendida junto al café con aroma a miedo por el castigo de los padres.

Con la Javiera nos detuvimos en un paradero sobre la Alameda, y como huasos nos mirábamos las caras esperando la micro que nos marginara y nos dijera que la noche aún no terminaba. Llegaron al paradero los típicos extraños seres inservibles que te piden una fumada, o te piden cien pesos por miedo a caer vivos bajo el Santiago muerto el día de semana; también llegaron los que te corren la mirada y te la devuelven esperando que tu les sonrías la carne latiente bajo el pantalón, y te ofrecen sus ojos como bastardos enemigos que desean amortajarte el pecho y los huesos.

Esperamos mientras yo me salivaba los labios tragándome las palabras “Esta noche merece ser escrita…”, porque aún sin mirar las luces de los faroles, me parecía deseable el plasmar cada imagen sobre el papel que ya no es tan papel, sino es un imaginario blanco sobre una pantalla tecnológica. Esperamos y las miradas con los extraños se hacían cada vez más cansadoras, más agotadoras por perder el encanto de seducir la oscura pasión acumulada por los meses de des-amor entre las piernas y los brazos.

A lo lejos, a lo largo y al medio, al final del túnel macabro se escondían las luces anaranjadas denotando el enjuague de palabras reconocidas a la vista y deseadas por el merecido premio de haber esperado quietos en aquel paradero hundido en el centro capitalino. Levantamos el dedo, con la Javiera, para detener el tren atestado de gente deseosa de alcanzar su media agua y vaciar su cuerpo en ella. Éste no se detuvo ni con el soplar de las maldiciones sobre el lugar, y miré a la Javiera con deseo de correr y ella me siguió, y yo la seguí también por llegar a tiempo a nuestro hogar. Alcanzamos la cuncuna blanca y nos hundimos en el mar de gente apretados por el calor y el griterío de una señora que vendía peluches, y los ofrecía degeneradamente sobre el sexo masculino y los pechos femeninos, y te obligaba a comprarle el animalito que se veía tierno al mirarlo de lejos. Nos escondimos tras un hueco del aparato y nos quedamos inmóviles frente al ofrecimiento del bus; se podía oler el salvajismo y la discriminación de especies por el modo de actuar y de mirar, por percibir los olores a muchedumbre perturbada por el trabajo y el arduo manejo de sus manos en el agote diario.

Yo ya paralizado por el miedo a encontrarme tímido frente al enojo social y el desprecio de cierto sector marginal, bajo la vista para no enrabiar a algún personaje sobre las ruedas de la ciudad.

En uno de los segundos siniestros en los que alzo mi cabeza para ver el paisaje empañado sobre la realidad, diviso cierto personaje que me tenía embriagado desde antes de la carrera por alcanzar el tren superficial; me ahogo en sus ojos intentando encontrar su sonrisa, pero él se deshace de mi trabajo y me desprecia sobre la ventana del paisaje; yo me acelero en perseguirlo, sin embargo no me deja acabar sobre sus manos, no me deja tocarlo de lejos (ni puedo hacerlo de cerca). Y cuando desisto en intentar mirarlo, el griterío flaite de un energúmeno antisocial se hace notar sobre el bullicioso balbuceo de los pasajeros, se hace notar tanto que la gente aterrada se balancea sobre sus cuerpos para intentar divisar la escena que se producía por palabrear tanta grosería junta.

El energúmeno se interna en la selva para alcanzar al desquiciado gigante quien sin dejar de mirarlo se aprisiona sobre su cuerpo y se hace el fuerte frente al resto. Al ver que el contrincante se inmoviliza, el patético energúmeno golpea a la gente, sin darse cuenta, para abalanzarse sobre el casi derrocado gigante. Éste le detiene el brazo y lo sostiene en el aire, lo aprieta con malicia y lo sulfura más con un intento de apaciguarlo, sin embargo el cobarde energúmeno llama a sus cómplices y los acalora frente al gigante quién no se detiene al sostener a su presa para comérsela a golpes vacíos. Coléricos los personajes se lanzan a empuñar los dedos sobre el rostro gélido del enorme y bestial enemigo, mientras que la gente se intentaba ocultar del sangriento escenario que compadecía sobre el bus en marcha.

Rabiosos y furiosos se encontraban los tres exaltados, lanzando sus puños sobre el casi callado corpulento animal. Se detenían a veces por la distracción de la poseedora de ositos quién gritaba acelerada que dejaran de tirar manotazos sobre el ya pobre hombre, sin embargo continuaron haciéndolo y más aún, con los pies sobre la cara, sobre el rostro ya desangrado del gigante destruido por la planta marcada en la nariz roja de tanta distracción social.

Un acento extranjero acallaba los brazos y las piernas de los belicosos, quién lloraba por la desesperación violenta de un país que no la cobija bajo su lecho des-amistoso, y calma a los contrabandistas de puños y los desacelera en su andar, pero siguen gritándose, siguen acabando sus manos sobre palabras, sobre un labio que se sangra y ojos que se lloran, porque aún enérgicos son cobardes en sus miradas, las que miro de reojo sin detenerme en ellas por el temblar de mis piernas y mi cuerpo al perderme en sus golpes que podrían llegar irritables sobre mi carne.

El mundo se calma frente a la tensión sobre el espectáculo que acababan de presenciar, y yo me hundo nuevamente sobre el piso para no argumentar a nadie. Nuevamente helado sobre mi cuerpo me detengo a tiritar un rato a que pase la atmosfera rígida del calentamiento corporal.

La Javiera se baja antes que yo, y ya sin miedo me trabajo nuevamente sobre la mirada tentadora del personaje que aún me emborracha, pero no existe respuesta, nuevamente, y desisto, me callo y no existo.

Me bajo de la micro y ya en el taxi a mi casa me re-leo la escritura de la noche, y la vuelco sobre éste texto, porque esta noche merecía ser escrita, con sangre y violencia, con ahogos y miedos; con puños y letras.

Monday, August 6

Me aparezco
y me invita a jugar.


Sí.




Con él,
por las noches;
escondido bajo la almohada
acallo mis gritos.



¿Y los de él?



Se muerden en mis labios.





Me aparezco
y me invita a jugar,

a desaparecer,

a esconderme;


a nunca volver.

Sunday, August 5

Usted

Y yo le digo a usted,
que me mira con descaro;
(babeándome)
los pantalones,
(salivándome)
los ojos,
(robándome) los sueños,
(alegrándome)
la sonrisa,
(elevándome) la respiración,
(ocultándome)
los deseos,
(palpándome)
la vida,
(penetrándome)
los labios;
que se detenga.

Yo le digo a usted,
que se detenga
y me deje hacerlo,
también;
para poder quitarle
los últimos pasos
a tu mirada
(aún)
perdida.

Yo le digo a usted,
que me detenga
con su mano (en mi pecho),
y me lance al suelo
y me viole en vida,
para quitarse el descaro
de babearme (los pantalones),
de salivarme (los ojos),
de robarme (los sueños),
de alegrarme (la sonrisa),
de elevarme (la respiración),
de ocultarme (los deseos),
de palparme (la vida),
de penetrarme (los labios).

Yo le digo a usted,
que se
(me) detenga.

Friday, August 3

Carne Latiente

Mírate Lucas
¿cómo estás?
utilizando tu pasado
como excusa para
matar lo que no te queda
y lo que aún te quema.

Mírate Lucas,
escapar del amor
ya no funciona,
y sabes que no podrás
nunca, decir
no.

Mírate Lucas,
huye y escóndete en tu mano
que te toca
y lo hace lento
como a los otros,
a los del pasado
que vuelven para arrojarte
al piso
y violarte
con carne latiente
por el pecho y la herida.

Mírate Lucas
como utilizas el humo
para expulsarte del mundo
y no pensar que te ahogas
y te quemas el rostro
con tus labios

Mírate Lucas
pero más a tu mano,
que sin ella no seduces,
ni respiras,
ni vomitas su palpitar,
ni te hundes
como ahora,
que no te encuentras ni en un espejo
quebrado por tu
propio reflejo.

Mírate Lucas
¿cómo estás?
excusándote en tu pasado
para lagrimear tu corazón
y volver a lo que
vuelves a hacer;
a querer no querer
y perder lo que
vas a perder.

Mírate Lucas,
utilizarte nunca ha sido
el mejor antídoto
para un remedio
que no tiene solución.
¡Párate rígido!
encorvado, acostado,
muerto; tirado en el
piso, sobre su cuerpo.

Mírate Lucas
¿cómo estás?
¿dónde estás?
ni tu sabes que haces
porque no lo haces
y no vuelves a hacerlo
y no quieres hacerlo
¿dónde estás?
comes de la misma mierda
que varios comen
en esas noches,
escondido en tus sábanas
solo, con tu mano
y tus ojos cerrados
y tu respiración agitada
y tus labios, tu mano;
tu mano que te acaba
en tu almohada,
en tus gritos,
en tu piel.

Wednesday, August 1

A la luz de la noche

Matías dormía mientras Tomás lo miraba detenidamente a la luz de la luna, sabía que en cualquier momento Matías podría despertar, sin embargo esto no le molesto y agitando su respiración se acerco más a él, y a medida que lo hacía se agitaba más y más; sus pulmones se exaltaban al igual que su sexo se erectaba.

Ya nada lo detenía, ni las sombras de los árboles al moverse con el viento de la helada noche que ocurría afuera, ni el parpadeo constante de las luces en las calles, ni su conciencia que le decía que se detuviera y controlara sus ganas por amar a su mejor amigo, por acariciar sus hermosos ojos y besar sus salivosos labios.

Tomás acercó sus labios, y tomó los de Matías con ellos, los humedeció con su lengua, los acarició con su piel, los llevo a sus ojos, los miro detenidamente y los beso bruscamente, los calló, los silenció, los buscó y los encontró, los intimido y los cerro nuevamente, los abrió y los miró, los acarició con los suyos y nuevamente pasó su lengua sobre ellos, humedeciéndolos y haciéndolos brillar bajo la aún luz de la luna, la cual impactante descansaba sobre el rostro de Matías.

Al ver, Tomás, que Matías no despertaba, decidió hacer acto nuevamente y apareció con sus besos, sin embargo esta vez su corazón latía más lento, sin nervios, al igual que su respiración y su sexo y sus pulmones y su erección, todo era más lento y más callado, más silencioso y menos tímido, más audaz y más sangriento. Tomás deseaba que Matías despertara, tomara sus brazos y lo golpeara, le dijera que era un "fleto de mierda", y que lo golpeara nuevamente y Tomás lo miraría e intentaría besarlo, amarlo, acariciarlo, tocarlo, acabarlo, tomarlo. Tomás siguió besándolo.

Matías no despertaba y no lo hizo hasta que Tomás, en acto de rebeldía y destajo, tomó el miembro de Matías e hizo que la luz no se reflejara en él, que nada más que su lengua acariciara tal palpitar. Lo hacía con ganas y no dejaba de hacerlo. Matías despertó y se vio ensimismado por su amigo Tomás, y comenzó a respirar agitadamente debido al forcejeo de su amigo con su latir. No lo detuvo, no lo quiso hacer, y mientras miraba la cara de placer de su amigo más se excitaba y veía como su amistad no era más que el acto que estaba presenciando y del cual era participe sin saberlo hasta el final. Sin darse cuenta, pasó su lengua por sus labios y sintió un sabor extraño; supo que no era su saliva la cual estaba probando. Matías cerró los ojos justo cuando Tomás lo miró y sintiendo las explosiones dentro de su boca comenzó a tragar el sabroso y lechoso caer de la noche. Dejó que todo acabase, y cuando volvió a sus labios, Matías abrió los ojos y miro detenidamente a Tomás.

- Las cosas no son lo que parecen ser - dijo Tomás temblando entre sus dientes y tragándose las palabras para hacerlas verdad.

- Me gustó, al igual como tú me gustas - Matías le devolvió éstas palabras más una sonrisa.

Tomás se dejo caer sobre el pecho desnudo de Matías, y éste comenzó a acariciarle el cabello, aún con los pulmones agitados y el sexo erecto, aún sintiendo que la noche termino su luz sobre los dos y acabo por descubrirlos, que ahora son más que amigos; más que mejores amigos.

¿No les pasa?

¿No les pasa?
A mi me ocurre, y más seguido de lo normal.
Es verdad.
Sí, creanme.

¿No les pasa?
Al parecer sí, también.
Ahora más que antes, la verdad.
Hoy más que nunca.

¿No les pasa?
Puede que no les pase como a mi.
Debo ser yo, o quizás es Matías.
Debe ser Tomás... sí, es lo más seguro.
Es Tomás ¿o yo?

¿No les pasa?
Si, hoy estamos los tres igual.
No me mientan.


Matías...

Tomás...

No me mientan.


Hoy estamos los tres igual.
Hoy sentimos los tres igual.
Y aunque a veces no nos parezcamos.
Hoy si... lo somos.



¿No les pasa?
Que hay días en los que lo único que desean es llorar.

 
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