Thursday, July 31

Frágil (experiencia)

La esquina de tu cuarto (es frágil), al igual que todas mis lecturas sobre tu cuerpo, bajo aquella luz deseosa de vernos lamer todos esos bordes de nuestro recuerdo, sobre tu cama, sobre tu almohada, sobre tus inscripciones.

Las esquinas de los cuartos se humedecen con el paladar, se ahogan en nuestras piernas y desdoblan sus miradas sobre nuestras voces. Suenan como si fuesen a moverse y dejarnos ocultos sobre otras fracciones.

La esquina de mi cuarto (es frágil), al igual que todas tus escrituras sobre mi cuerpo, bajo aquel deseoso sueño de ocultarnos y no volver jamás lamiendo cada retazo cortado, unido, pegado de nuestro corazón.

La esquina del cuarto se enciende sobre el deseo y se apaga cuando las palabras no pueden encontrar su cuerpo.

La esquina de tu cuarto

Te veo dormir sobre tu cama. Te veo abrir los ojos y expulsar toda esa rabia, abrir tus manos y apretar las de él fuerte. Te veo abrir tu boca y gritarle en el oído, gritarle al oído y ver como su cuerpo se retuerce al despertar, sorprendido. Te veo lamer tus labios esperando a que él también lo haga, y no lo dejas. Es tu rabia, es toda tu rabia sobre su piel, sobre su aroma, sobre su recuerdo. Es toda tu rabia la que expulsas sobre tus dedos en su cuello y no lo dejas, no lo sueltas. Y ahora te veo sumergido en su silencio, en sus movimientos bruscos que desean dejarte, te veo hundirte en sus ojos de abandono, en las marcas de los dientes sobre tu piel, en sus ojos al vacío. Te veo atraparlo fuerte, sofocando tu deseo de amarlo nuevamente en la esquina de tu cuarto, lento, despacio y rápido, luego. Te veo agotado, esperando a que el silencio sea una excusa para huir del lugar y dejar su cuerpo amarrado al suelo. Te veo levantarte de tu lugar, desesperado, mirando para todos lados como si no conocieses tu territorio. Buscas salir del encierro, del silencio tormentoso que te ahoga, ahora más que tus manos tiemblan de dolor. Te veo caminar rápido, correr, deseando que tus pies te lleven lejos de la mirada de despedida de su cuerpo. Te veo caer en la rabia, en tu rabia, en otra rabia. Te veo huir del lugar con otra rabia impregnada. Te veo sin tu rabia pero con su rabia, con sus pedazos de ahogo, te sofocan en la huída. Vuelves, te veo volver a su cuerpo, amarrarle las manos al suelo, amarrarle el cuerpo al suelo, sin salida, sin escape. Te veo amarrarle tu rabia y su rabia a los labios, al cuello, al silencio, al suelo. Vuelves a huir, en la esquina, en el piso, en el cuarto, corres. Te veo correr sin rabia, te veo huir del cuarto, de esa cama, de ese dormir. Te veo cruzar la ciudad, el lugar, y hundir tus pies en otro cuarto, en otra esquina, en otro cuerpo, en otra piel. Te veo cerca, más cerca, tan cerca que te veo tocarme, tocarme la piel con rabia, con toda esa rabia, con toda mi rabia.

Sunday, July 13

Intentar

Hacer el esfuerzo
y los pasos necesarios
para realizar algo
o lograr cierto objetivo o fin,
sin tener la certeza absoluta de conseguirlo



La fragilidad nos consume,
es el esfuerzo de enredar las lenguas
y continuar haciéndolo sin esperar que nuestros labios se toquen.

Todo lo que llamamos cuerpo
es una imagen de nuestro desgarro frente al otro.
Todo aquello es simplemente la impotencia de continuar.

El descontrol se apodera de nosotros,
desesperanzando las escenas de nuestras bocas tocándonos la piel
e inaugurando las heridas en nuestros ojos.

Todo el infinito que nos prometimos se vuelve final,
y las imágenes se vuelven desiertos con escombros
mutilando cada esperanza viva en la atmosfera.

Las sábanas se vuelven predadores de las noches.

La fragilidad nos consume,
creamos el error y esperamos a que nos absorba nuevamente.
Dejamos que nuestras lenguas tomen el control de nuestros ojos
y que las heridas vuelvan.

La noche vuelca su escondite sobre nosotros haciéndonos soñar.

El encuentro recupera las imágenes,
y los ojos esclavizan el paladar.
Las palabras caen de la piel y se tocan,
se acarician, se besan.

El final se vuelve infinito
y las lenguas encuentran sus labios.
Toda la atmosfera se vuelve real,
y es aquella realidad la que nos absorbe
y nos muestra que se puede intentar.

La fragilidad nos consume,
y tocándonos los cuerpos volvemos a amar.
La necesidad de controlar las heridas y derrumbar la falta
nos hacen caer en los brazos
y derramarnos en el otro.

Nos hundimos una vez más
en aquel mar de turbio oleaje,
en aquellas noches de sabanas presas.

Todo nuestro deseo se vuelve real,
la alegría de poder continuar
de poder volar a un infinito que nos prometimos
y que seguimos creyendo real.

Es el flotar en nuestros cuerpos lo que nos hace intentar.

 
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