Sunday, June 3

Caras

Y el sol repartía sus rayos sobre mis cabellos y yo casi apestado me dormía sobre los rostros de las personas que veía pasar; y me ahogaba sobre algunos.

Y uno se presentaba, se sumergía en sus miradas y ofrecía tiernamente, sonriendo, el pequeño trozo de papel azul que nos entintaba las manos y nos dejaba marcado el trabajo sobre las yagas de los años. Y uno se presentaba, con su sonrisa y su mirada.

Algunos te devolvían la mirada, te entregaban su sonrisa, te daban la mano, y te recogían el pedazo de cielo con el mapa del infierno, y nos abrigaban con su conformidad de tener aquel folleto amargo sobre sus vista y luego sobre su alejamiento sobre el suelo, porque lo botaban sin asco, simplemente lo dejaban extraerse sobre la calle que ni culpa tenía que la ensuciaran, que ni ganas tenia de comer trozos azulados de papeles con manos.

Otros, ni te miraban, ni te sonreían, ni siquiera un sonido negando el pensamiento abstracto de no desear recibirnos, ni la mano, ni sus almas, y uno se reía y jugaba con ellos a sus espaldas, esperando que dieran la vuelta y te miraran, y temerosos preguntaran o te golpearan o simplemente reclamaran. Nunca fue así.

Algunos pocos, los tomaban, los miraban y te los devolvían de inmediato, porque no querían dejar tirado por allí un papel inservible para sus vidas, y no querían acumular el encanto del no deseado trozo absorbe espacios, porque les hace bulto el permanecer con más de cinco minutos con un folleto que ni observan, porque no les interesa.

Algunos, y quizás los que más padecían de este síntoma, eran los que lo recibían con ansias, y no lo desechaban, no lo tiraban, lo recibían, lo miraban, lo observaban, lo olían, lo tocaban, lo aspiraban, lo sentían y si no les gustaba, lo guardaban, lo protegían de las calles con olor a suciedad, lo protegían del sol que ya me carcomía los brazos por su luminosidad.

Se iban, todos se iban, pero aún quedaban esas miradas, esas personas, que se intercalaban, porque uno lo deseaba y otro no, y otro si y después otro ni miraba, y otros decían: "no, gracias"; otros decían: "ya me diste..." y uno quedaba con la mirada helada, al no recordar su cara, y en realidad, a eso quiero llegar, a sus caras.

Son tantas, que ni recordar pude, ni alzar la vista, a veces, pude. Porque el mirar me hace contemplar, y el contemplar me hacer perderme a mi mismo sobre ellos, EN ellos y eso me hace mal. Sin embargo me ahogaba en algunos, los más atractivos, a los que les daba trozos de cielo con dulces de amor, a ver si alzaban la vista y se enamoraban de mí, y me dejaban allí. Pero nunca ocurrió, y yo esperando aún, recordar sus caras, recordar sus expresiones, recordar sus sonrisas y dejarlas guardadas por un día y un segundo en mi vida.

Nunca ocurrió. No se pudo y nunca se podrá.



[Fue demasiado rica la experiencia de trabajar entregando volantes y más rica haciendolo con una amiga, la Rosa, porque nos entretuvimos mil! nos reíamos de todas las personas que pasaban por allí y de como nos trataban, y nos reímos también de las otras niñas que estaban entregando como de a 5 folletos a cada persona...]

1 comentarios:

Marioneta said...

Me encantó tu blog
(Disculpa la patudez de haberte posteado)
Escribes de una manera que se me hace familiar, pero a la vez me intriga bastante.
Visitaré muy seguido.
Mucha suerte en todo, y si te molesté, disculpa.

 
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