Saturday, April 21

Al final del mar

Detrás el mar, delante la arena, y los pies se me terminan de mojar, y se secan lento por el sol; se secan lento. Camino sin rumbo, devastado por las olas, abrumado por la espuma, arrancado por el mar. Ahogado una y otra vez más, desesperado por el calor, desesperado por mi mano ya vacía en el camino. Y las nubes se quedan atrás, junto a aquellas toallas tiradas en el piso, con colores, con sabores y con amores, que entre besos se recorren pequeños granitos que el viento lleva, y yo me recuesto un rato, a ver el sol caer.

Dentro de mi queda poco, pero aún, un gusto salado a mal, un gusto escaso al dolor del filo del oleaje del recuerdo, y cuando me detengo, no paro de nadar, no dejo de flotar entre tus ojos y tu pecho, y entre tu pupila, me acerco, me aquieto, y me hundo. Dentro de mí ya casi nada queda, del frescor del viento sobre mis dedos, que pasan lentamente por tu cuerpo, por tus venas, por tus piernas. Y me deshago al intentar sacarme la hiriente costra de sal de los labios.

Sin embargo, la brisa recorre mis cabellos, y los corta, los troza, los ahorra, los moja, y se los lleva lejos esperando que cada fibra se lleve un pedazo de cielo, un pedazo de espejo, y se ciegue ante mi corazón, que se guarden fuera de él, que se escondan, que se mimeticen con el oleaje feliz del camino que continúa, y que sigo, ahora solo, caminando, porque deseo ver el final del mar, donde termina, allá lejos, al otro lado de ese pedazo de cielo, que voló, se fue. Y se olvidó.

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