Wednesday, April 29

En este precipicio. El escape. El negarse. El saberse expuesto en su propia pared, golpeando el sol con el dedo, esperando a que oscurezca en la eternidad, a que las heridas arranquen las ideas de obligarme a nacer en el pavimento y crecer siendo imagen de la perversa ciudad, que sabe y siente como si mi piel estuviese llena de sus costras, como si todas esas luces fuesen a clavar su tinta en mis llagas, y pender de aquel abismo es simplemente una mirada al cielo, una ceguera constante a la realidad y esa fantasía que suelo crear.

En este precipicio. El hambre. La soledad. El incrustarse la impotencia al cuerpo, impregnando los pies de estancamiento, de negaciones anegadas de inseguridades, de descendencias al cuerpo, como si fuesen a culparte por saber esconder tus manos en el pelo y recorrer lugares con las huellas de esta suciedad, de este círculo de no acabar cuando la humedad aparecer en las esquinas de toda la capital, y ahoga la realidad, y me hace temblar y hace que se nos caiga la noche encima, como si huir fuese a ser parte de mi corrupción con éste pequeño pedazo de país, con éste pequeño pedazo de miedos.


...

1 comentarios:

Javier said...

un pedazo de miedo que basta y sobra para acabar facilmente con lo que le somos a una rutina dictadora. Pero no lo enfocamos bien, y parece que nos juega tan en contra que terminamos como aliados, como amigos de toda la vida, como uno.

 
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