El tiempo desespera y las ganas de partir se comen mis pies. Todo lo que me abraza tiene que saber soltarme, tiene que encontrar salidas en una de las miles ventanas que se esconden tras mi cuerpo. Yo no deseo más. Sólo sé que debo encontrarme en cada rincón de esta ciudad cuando ya no me pertenezca, para así volver y conquistar con mis propias manos la soledad. Sé que no soy parte de ese tumulto de imágenes continuas que sobresalen una pantalla y la hacen parte de nuestra irrealidad, sino que lamentablemente pertenezco a la parte opuesta, a aquella que sabe sufrir y sabe que, aunque suene cliché, no todo es fácil, y en verdad todo es más difícil de lo que parece, porque nuestras manos no han sabido tejer con facilidad la armadura que protege la piel y saben que deben comenzar su trabajo luego, antes que sea más difícil ocultar las marcas.
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