Me senté a su lado intentando no tocar su brazo. Me tapé ligeramente la mano con la manta que nos cubría el frío nocturno. Me reposé la mano sobre la pierna y no la moví, aún sabiendo que si lo hacía me encontraría contigo. No me moví. No te movías. Desesperado, comencé a buscar respuestas a preguntas que me hacían sudar los nervios. Apoyé mi cabeza sobre tu hombro. La dejé descansar escuchando tu miedo. Se escuchaba fuerte, latiendo, entre tus ropas. Y cuando volví a la postura inicial, tus ojos me pedían más. Inventé ciertas excusas. Sabía que ocurriría, sólo quise hacerlo más nuestro. Te miré, y lo hiciste también. Me dijiste algo que no recuerdo; me recordaste algo que no recuerdo. Te seguía mirando, luego los labios, luego los ojos. Alcé mi mano. Tomé tu rostro, temblando. Acerque tu lengua. Nos besamos. Y me senté a tu lado, intentando tocar tu mano.
Friday, August 17
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2 comentarios:
suele pasar eso de los nervios...
retratas bien lo que a muchos le pasa...
buen texto..
saludos frenger!
Esos nerviecillos son lo que hace todo más interesante. Sin mucha malicia primaria, sino más bien con dudas, con algo de recelo. Acercándose tímidamente.
Viví un cuadro así. Lo malo es que no demoró un párrafo de 10 días, sino 2 meses.
Cuidate. Un gusto leerte.
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